sábado, 27 julio, 2024

«Tierra de nadie» y «guachines con merca»: cómo es el lugar donde asesinaron al ingeniero

«Yo me voy de acá a la una de la mañana y no está ni el loro. En esta zona después de las nueve la noche no hay un solo policía, por eso me causa gracia esto de la esquina, esto otro de acá y aquello de allá enfrente -va señalando-. La verdad es que con todo lo top que es, a la noche esta parte de Palermo de acá para allá se pone heavy -vuelve a gesticular-. Hay mucho cirujeo que viene de la plaza de enfrente, que es una boca de lobo».

Andrés es encargado de la heladería Volta, que se encuentra sobre Av. del Libertador, a veinte metros de Cremolatti, la otra heladería pero en la esquina de Lafinur, donde el miércoles, antes de las once de la noche, llegó caminando el ingeniero Mariano Barbieri (42), herido gravemente con una puñalada a la altura del corazón, para terminar desplomándose dentro del local..

Son las cuatro de la tarde del viernes y llama la atención el control de tránsito apostado frente a Cremolatti, donde agentes de tránsito, van parando a cuanta moto pasa por allí. Pero además hay policías que caminan en parejas mostrando presencia sobre esta vereda de Av. Libertador. «El cliente viene, pregunta, intenta sacar algo de información y de alguna manera, entiendo, busca sentarse a una mesa y sentirse tranquilo. Si bien no pasó acá ni en la esquina, no deja de generar intranquilidad», comenta Andrés a Clarín.

En Cremolatti hay una ocupación del cincuenta por ciento del amplio salón. A simple vista la gente está en la suya pero ante cada persona que ingresa se genera una atención infrecuente. El cajero habla con un policía que hace rato está dentro de la heladería y este medio interrumpe para conocer la sensación térmica del lugar.

«No es fácil para nosotros o para mis compañeros que fueron testigos de la situación, ni tampoco para el cliente, que entra y antes de sentarse pregunta sobre el tema para tener un poco de contención, ¿no?», desliza el empleado, algo incómodo, ante la presencia policial. «Nunca se ve policía acá y menos adentro… Yo me voy tarde y por suerte rumbeo para el lado de Las Heras, pero a la noche me siento muy sola«, describe Agustina, camarera que atiende mesas en la vereda.

La heladería Cremolatti, donde cayó desplomado el ingeniero Barbieri, mostró un movimiento normal en la tarde del viernes. Foto: Martín BonettoLa heladería Cremolatti, donde cayó desplomado el ingeniero Barbieri, mostró un movimiento normal en la tarde del viernes. Foto: Martín BonettoClarín se acerca a los agentes de tránsito que sectorizaron un espacio para el control vehicular, a fin de consultarles a qué se debe la gestión justo frente a la heladería donde 36 horas antes cayó el ingeniero Barbieri, pero no hay respuesta. «No estamos autorizados a hablar». Cruzando Libertador se llegar a la Plaza Sicilia, donde también llama la atención de los habitués la presencia policial de a pie, en bicicleta y en cuatriciclos.

Se advierte la presencia de gente con sus mascotas, paseadores de perros, otro puñado practicando malabarismo y yoga, están los que tienen su clase de gimnasia y no faltan los runners. «Yo me enteré lo del ingeniero y adelanté mi paseo con Negrita», dice Lucía, que tiene un yorkshire. «Solía venir después de las siete de la tarde, por cuestiones laborales, pero decidí venir antes de las cuatro, qué también tengo un hueco pero me parecía temprano… Yo soy sola y si bien no tengo miedo y nunca me pasó nada, lo de este muchacho contagia temor», dice la veinteañera que vive en la zona hace dos años.

Hasta en cuatriciclo se la vio a la policía, este viernes, recorriendo la Plaza Sicilia, donde fue apuñalado el ingeniero Mariano Barbieri. Foto: Martin BonettoHasta en cuatriciclo se la vio a la policía, este viernes, recorriendo la Plaza Sicilia, donde fue apuñalado el ingeniero Mariano Barbieri. Foto: Martin BonettoJulio, un veterano del barrio, se acerca por iniciativa propia con su boxer, y sin consulta previa, como sabiendo de que iría el diálogo, desembucha: «Hace unos meses hice dos denuncias al Gobierno de la Ciudad porque hay personas que se instalan con carpas en el parque y eso no puede suceder. Son personas de las que uno desconfía, se advierten movimientos extraños. viste, y no es prejuicio. Pero se fueron juntando acá, detrás de esa arboleda y no hay garantías. Por supuesto que no me dieron bola en la Ciudad».

Ya en el corazón de Plaza Sicilia hay rincones con vegetación más espesa y distintos conjuntos de árboles resultan biombos perfectos para ocultarse. El ruido de Libertador se apaga y el sol por aquí parece iluminar menor. «Esto después de las seis, siete de la tarde es una boca de lobo… y agarrate», afirma Celina, que trabaja como seguridad en el Patio de Esculturas MOA, que pertenece al Gobierno de la Ciudad. «Yo conozco el movimiento del parque porque entre de noche y me voy de noche y no un cana».

Agentes de tránsito fueron distribuidos para marcar presencia en la Plaza Sicilia, donde fue atacado el ingeniero Mariano Barbieri. Foto: Martín Bonetto.Agentes de tránsito fueron distribuidos para marcar presencia en la Plaza Sicilia, donde fue atacado el ingeniero Mariano Barbieri. Foto: Martín Bonetto.Se ríe Celina, que pide cambiar su nombre para no estar tan expuesta. «Es que es joda esto, mirá esos dos viniendo en bicicleta, aquel otro en cuatri y otros cuatro allá apostados». Rejas de por media, la empleada describe el paisaje con la novedosa presencia policial. «Acá la policía tiene que estar después de las seis de tarde y a la madrugada, que es cuando por aquí circula la gente que entra y sale del laburo, porque tenés El Club de Amigos, el Jardín Japonés, el Planetario y aquí, donde trabajo yo. ¿De qué sirve esta puesta en escena a las cuatro de la tarde?».

Comenta que dentro del parque «hay otra realidad». «Estamos en el centro, alejados de las avenidas Del Libertador y Figueroa Alcorta, con lo cual salir para una u otra, a oscuras, porque no hay casi luminarias, es un riesgo. A mí me robaron hace dos semanas el celular y son unos guachines que están dando vueltas por acá y cada dos por tres van a la parada del 130 sobre Alcorta, afanan y se bajan. Y por acá tienen su guarida, viste, y se sabe, lo sé yo, no lo va a saber la poli. Toman y venden merca, entrar acá a altas horas de la noche es regalarse».

Todavía permanece la cinta policial que valló el lugar donde fue encontrado el presunto cuchillo agresor. Foto: Martín BonettoTodavía permanece la cinta policial que valló el lugar donde fue encontrado el presunto cuchillo agresor. Foto: Martín BonettoCuenta Celina que diez días atrás salió a socorrer a una artesana que trabaja en el Patio de Esculturas. «Yo estaba acá, en la recepción, y escuché gritos y salí corriendo y vi como una muchachote de estos empujó con violencia a una empleada que llegaba en bicicleta a la mañana temprano. Ella cayó al piso, se golpeó las piernas, pero no soltaba la bicicleta, no la quería perder… A los gritos traté de disuadir al delincuente y salió corriendo con la bici, fue horrible, pero al menos no le pegaron. Es clave reforzar la fuerza policial, pero no ahora porque están ustedes… La semana que viene volvemos a estar solos».

Una pareja tomando mate se pregunta si será éste el lugar. Y se responde afirmativamente cuando lee la cinta perimetral colocada por la policía. En 20 metros cuadrados está la cinta, aunque floja, atada a una columna de árboles, que delimita el sector donde se encontró el presunto cuchillo que habría asesinado al ingeniero Barbieri. El muchacho que carga el termo se pone en cuclillas, dentro del área marcada, como si hubiera encontrado algo. Dice que es sólo un fósforo usado.

Ante la consulta, el treintañero, uruguayo, que vive a unas cuadras, sobre República de la India, hace saber que «ya no venimos a la tardecita noche a matear, pero desde antes de este episodio, porque advertimos que no era seguro. Siento que cada vez se pueden hacer menos cosas en esta ciudad tan hermosa como peligrosa. Somos de caminar con el mate de noche, pero por la vereda sobre Libertador, acá entramos sólo a la luz del sol».

Media docena más de consultas repiten sus respuestas. «Un lugar hermoso pero que no podemos disfrutar después de las seis o siete de la tarde», dicen Maica y Jorgelina. «Dejé de caminar por este parque, también por la zona del Jardín Japonés y también en las inmediaciones del Planetario, que es imposible, porque al anochecer empieza a cambiar el ambiente y se pone peligroso… Esto se ve a la distancia, no hace falta ser detective».

Se acerca una señora con su galgo y presta atención a la conversación. «Yo vivo en la zona hace treinta años y doy fe de cómo se ha venido abajo la calidad de vida. La merca, el chupi y la marihuana que se respiran en esta plaza yo no los había olido nunca con esta intensidad. Yo soy de observar, de hacer seguimientos porque soy hija de policías y no me asusto fácilmente, pero ya no me meto de noche en este parque».

PS

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