Hace unos meses, el agravamiento del conflicto entre Israel y Hamás ubicó de nuevo en el centro de la escena internacional la eficacia y los costos del sistema de defensa israelí, conocido como Cúpula de Hierro. Este sistema es crucial para proteger a la población de los ataques con cohetes.
La Cúpula de Hierro, o Iron Dome, un pilar en la defensa israelí utiliza un radar avanzado para detectar y rastrear proyectiles entrantes, que son destruidos en el aire con misiles TAMIR, diseñados específicamente para este fin.
El sistema es coordinado por un software especializado que usa algoritmos complejos para la toma de decisiones y transmite datos en tiempo real. Según Infobae, este proceso sofisticado es vital para el funcionamiento del sistema.
Sin embargo, el Iron Dome no frena todos los misiles: su interceptor sólo dispara si el cohete entrante va a caer sobre infraestructuras importantes o áreas pobladas. Los proyectiles de menor tamaño y alcance, y los que se dirigen hacia zonas despobladas, pueden dejarse pasar.
Es que detener cada misil es muy costoso. De acuerdo con Jerusalem Post, a Hamás le cuesta de 300 USD a 800 USD crear cada cohete. Mientras tanto, Israel destina aproximadamente 40.000 USD en interceptarlo (CNN).
Además, los ataques recientes demostraron que el Iron Dome tiene un punto de saturación: aunque en el pasado el sistema interceptó proyectiles con éxito, el reciente ataque logró colapsarlo cuando sólo el primer día de la escalada de octubre Hamás lanzó una enorme cantidad de cohetes, tal como indica Al Jazeera.
Las conexiones globales en Medio Oriente. Muchos se preguntan cómo Hamás logró enfrentarse a un país tan avanzado como Israel. La respuesta se puede hallar en un complejo entramado de alianzas e intereses globales.
En octubre, Hamás penetró en territorio israelí con tácticas relativamente simples, como el uso de parapentes, armas ligeras, vehículos y algunos drones. Pero Ghazi Hamad, un portavoz de la organización palestina afirmó en una declaración a la BBC que contaban con el apoyo de Irán.
Aunque Teherán lo negó, comparte con Hamás un objetivo común: destruir Israel. Esto se hizo evidente en una transmisión televisiva de miembros del Parlamento iraní, al grito de “Muerte a Israel” y “Palestina es victoriosa, Israel será destruido”, tal como relata la BBC. Este apoyo puede haber jugado un papel clave en el conflicto.
Igualmente, según APNews, Moscú mantiene lazos y apoya a Hamás. Ismail Haniyeh, líder del grupo, y otros funcionarios importantes, visitaron el país de Putin tiempo atrás. Por eso, la influencia de Rusia, aliada de Irán, no puede pasarse por alto.
Aunque no podemos afirmar que Rusia sea la causa directa del conflicto, The New York Times indica que está aprovechando la situación: utiliza los titulares dramáticos sobre Israel para desviar la atención de su guerra con Ucrania. Además, espera que algunos recursos de Washington destinados a Ucrania se redirijan a Israel. Finalmente, como sugiere la BBC, lo utilizaría como excusa para cuestionar la política norteamericana en Medio Oriente.
La influencia de Washington. El apoyo inquebrantable de Estados Unidos en áreas militares, económicas y diplomáticas a Israel viene de larga data. El mismo presidente, Joe Biden, declaró explícitamente que su apoyo al Estado judío “es sólido como una roca e inquebrantable” (BBC). Esto se refleja, por ejemplo, en el envío de armas y municiones, como explica Bloomberg.
Gracias a la intervención del gobierno norteamericano, además, Israel formalizó relaciones diplomáticas con Estados tradicionalmente hostiles como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
En una carta enviada a Biden y a la Secretaría del Tesoro, un grupo de congresistas solicitó información sobre la financiación digital de Hamás, tal como indica Sputnik. El grupo palestino utiliza criptomonedas, aprovechando su dificultad de ser rastreadas.
En mi experiencia personal, mientras estudiaba en Stanford, tuve la oportunidad de participar en programas de intercambio cultural en Berlín y Beijing. Asistí a la Pekin University y cursé con profesores que me permitieron entender la complejidad de las relaciones entre China, África y Medio Oriente. Es evidente que estas regiones juegan un papel importante en la política global y que los vínculos entre ellas son fundamentales.
El conflicto en Medio Oriente trasciende las fronteras de la región y representa la complejidad de las relaciones en el mundo. No se trata de una simple disputa entre posturas ideológicas y religiosas: es una de las consecuencias de la tensión entre Washington y Moscú. Comprender estas dinámicas es esencial para encontrar soluciones sostenibles y duraderas en la región.
*Lucas Roitman es investigador en Stanford y columnista en economía internacional
por Lucas Roitman
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