Un hombre y una mujer, a la deriva. Un matrimonio, el de ese hombre y esa mujer, a la deriva. El matrimonio entre ese hombre y esa mujer a la deriva, en un país a la deriva. Todos, el hombre, la mujer, ese matrimonio y el país se mueven a la deriva, pero no lo saben. Quizás lo intuyen, lo entrevén, pero no lo saben. Lo sabrán, claro, pero solo un tiempo después. O, en todo caso, mientras sus vidas y el país transcurren.
Emilio, el hombre a la deriva en cuestión, es un matemático y docente universitario que de un día para otro decide internarse en el estudio de la filosofía. A través de un aviso en un diario conoce a Blas, un profesor con el que comenzará a tomar clases. Será, claro, las clases de la tarde.
Marta, la mujer a la deriva en cuestión, es su pareja y madre de su hijo Santiago, un adolescente sordo y salvoconducto de todos los temores de sus padres, sobre todo de Emilio. Pero volvamos a Marta: profesional contable, ocupa un lugar importante en el ámbito de los recursos humanos empresariales verá cómo su mundo se derrumba al ritmo de una crisis que los excede… hasta cierto punto, claro. Porque viven en la Argentina de mediados de los 90, el país a la deriva en cuestión.
Emilio, Marta, Santiago, Blas y la Argentina de los 90 conviven como pueden en “La clase de la tarde” (Mansalva), la segunda novela de Laura Kogan, narradora, poeta y bioquímica ya dedicada de lleno a la literatura. En un diálogo con Río Negro, la escritora habló de este trabajo ambientado en un país de hace 30 años, pero que dialoga perfecto con el país actual.
La historia le apareció a Laura luego de una charla con el poeta Arturo Carrera, quien le contó la idea de un hombre que quiere estudiar a los presocráticos y que tenía un hijo sordo. “Esa fue la primera idea que tuve acerca de un hombre que quiere comenzar a leer y a estudiar filosofía, a quien luego convertí en matemático”, cuenta la autora. “Y ahí empezó toda una historia, por un lado, la del tipo que se busca un profesor que encuentra por un aviso en el diario, yo quería contar ese vínculo y, además, contar su vida, que pasa un momento complicado de su personal, de pareja, de la crianza de un hijo sordo. Ahí empezó la historia”.
“Nunca tengo un plan”, revela Kogan sobre el modo en que trabaja sus novelas: se va armando en el camino. Y así fue también en esta ocasión. Quería armar la historia de la relación de Emilio con Carmen, una alumna suya con la que se involucra sentimentalmente, meterse dentro y en medio de la novela decidió que también tenía que hablar Marta, su esposa, y ahí comenzó una segunda parte de la novela.
Estoy sorprendida por la relación que la novela tiene con la actualidad porque la escribí hace dos años”.
Laura Kogan
Por otra parte, la autora quería hablar de los años ‘90, una época que, como todas, tuvo sus ganadores y perdedores. Pero ella se enfocó en cierto tipo de perdedores, aquellos profesionales de clase media que a partir de la segunda mitad de la década se fueron quedando afuera de cierto relato social. “Era el 1 a 1 y una especie fantasía social allí que yo quise reflejar pero no en términos sociales, sino en sujetos particulares. Cómo las vidas de esas personas comenzaban a verse afectadas aunque no fueran conscientes y cómo todo ese estado de situación incidía en sus vidas, sus decisiones cotidianas y en la forma de ver y habitar ese mundo que comenzaba a dejarlos afuera”.
De los ’90 a la actualidad
Una de las virtudes de la novela es justamente la de contar una época a través de historias mínimas, vidas comunes en sus laberintos cotidianos. La narrativa de Kogan muestra el paulatino deterioro de Emilio y Marta y cómo atraviesan sus crisis, la personal y la matrimonial. Cómo lo material se deteriora en la vida de ambos, que no es otra cosa el deterioro de la clase media profesional argentina, cómo personas que no son económicamente vulnerables comienzan a serlo y qué (les) pasa con eso. Y cómo, al final, encuentran la redención, cada cual a su modo. Es un matrimonio de clase media profesional que ve cómo su vida se deteriora de algún modo.
P: ¿Cómo fuiste pensado ambos personajes, el de Emilio y Marta?
R: Primero pensé en Emilio. Atrapado en sus frustraciones, está como un poco perdido, aunque ubicado en el mundo, está en una crisis de algún modo existencial. También quería hablar de lo que es tener un hijo sordo. Quería contar los procesos de aprender y enseñar, las clases de él con Blas, las clases suyas en la universidad y las clases con los chicos sordos. Ese era el mundo que le había creado yo a Emilio. Y el mundo de su pareja que venía postergada, el alejamiento de ella, la manera que tiene de resolver la crianza es ponerse distancia de Emilio. Cada uno hace lo que puede y a mitad de la novela, cuando me digo que tengo que hacer algo con ella, una historia donde el gran mazazo es la pérdida del trabajo. Me interesó mucho preguntarme qué le pasa a una persona cuando se queda sin trabajo por todo lo que el trabajo significa, de estar inserta en el mundo, de relacionarse con los demás y con el mundo mismo, una vida que desaparece de un día para el otro. Marta resulta ser una luchadora que se enfrenta a las cosas.