viernes, 11 octubre, 2024

Gatillo fácil: llega la sentencia por el asesinato del remisero Claudio Romano

En cuestión de horas, un tribunal porteño va a determinar si los tres policías de la ciudad que hace cinco años rodearon y dispararon contra el remisero Claudio Romano hasta matarlo de ocho balazos son culpables o no del delito de homicidio agravado por abuso de autoridad y uso de arma de fuego. Deberá dictaminarse si los uniformados lo hicieron en legítima defensa, por impericia o por ensañamiento, pero de lo que no hay dudas es que se trató de un caso de gatillo fácil.

Los tres policías porteños acusados son Claudia Alejandra Beatriz Manzanelli, Daniela Isabel López y Darío Ramón Pérez. Fueron separados de la fuerza pero enfrentaron el proceso en libertad. El juicio contra ellos a cargo del Tribunal Oral Criminal Nº12 comenzó la semana pasada y no asistieron a las audiencias.

La querella pidió prisión perpetua y la defensa de los agentes, la absolución. Al finalizar la etapa de instrucción, la Cámara Criminal sostuvo que Romano tenía su “capacidad ofensiva sumamente reducida” y que los tiros policiales “fueron completamente innecesarios ante el supuesto riesgo que representaba”. El caso pasó al TOC 12 y la sentencia se conocerá este miércoles al mediodía.

Cómo fue el asesinato del remisero

El asesinato del hombre de 39 años ocurrió el 1 de octubre de 2019 y la secuencia desfiló por todos los canales y programas que lo televisaron en loop. El video de las cámaras de seguridad que registraron el crimen espectacularizó el caso pero a la vez evidenció la saña policial.

Lo ultimaron cuando estaba herido en el piso y ya no podía defenderse. Después de una serie de hechos confusos que jamás pudieron determinarse, Romano bajó de su auto ensangrentado, se dirigió a un patrullero, discutió con un policía, lo hirió con una navaja y entre tres agentes le dispararon y patearon en la cabeza.

En su momento, el caso desató múltiples debates: la impericia policial para contener un posible brote psicótico, la falta de formación para reducir a una persona sin matarla, la violencia como único recurso al que apela la fuerza y la presunta necesidad de las pistolas Táser para situaciones en que la policía no sabe qué hacer.

Aquel día, Romano había ido a buscar un pasajero a una clínica ubicada en Malabia al 900, en Villa Crespo. Las cámaras de seguridad lo muestran bajándose de su automóvil y dirigiéndose a un patrullero estacionado adelante. Tenía heridas en el abdomen y las muñecas. En ese estado se acercó a la ventanilla donde estaba el policía Ramón Pérez, forcejeó con él y lo hirió con una navaja. Los motivos nunca se conocieron.

Luego corrió hasta el otro lado del móvil. Pérez se bajó y fue asistido por su compañera Manzanelli y otra que estaba en la calle, Isabel López.

Manzanelli hizo el primero de los tres disparos que dejaron a Romano inmovilizado en el asfalto. Cuando este intentó incorporarse, Pérez lo pateó en el torso e hizo que arrojara la navaja. Romano estuvo desarmado y herido durante casi un minuto hasta que intentó incorporarse y fue fusilado.

Los policías pudieron haberlo reducido, esposarlo, subirlo a una ambulancia y llevarlo detenido. Pero le dispararon ocho tiros le dieron, el último dio en el pecho y lo ultimó.

La excusa de la «legítima defensa»

Los abogados de los policías, Manuel Ramallo y Rodolfo Barrios, pidieron la absolución de sus defendidos porque habrían actuado en “legítimo ejercicio de su deber” y en “legítima defensa”; un argumento que al que la División Asuntos Penales del Ministerio de Seguridad de la Ciudad recurre en todo hecho de violencia en que está involucrada la fuerza.

La querella representada por María del Carmen Verdú, abogada de la Correpi, sostiene que no hubo ni legítima defensa ni exceso, porque Romano estaba inerme e incapacitado por las heridas previas al remate.

Lo que nunca quedó claro fue por qué Romano se bajó de su auto, fue hasta el patrullero y agredió al policía. Las cámaras que pudieron haber registrado los momentos previos a ese instante explicarían lo que ocurrió. Pero más allá de cualquier hipótesis, lo que se juzga es la conducta de los policías que habiéndolo neutralizado y pudiéndolo reducir, le siguieron disparando hasta matarlo.

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