El canciller Gerardo Werthein tiene un estuche doble de cuero para cigarros robustos con sus iniciales GW grabadas. Allí suele llevar algunos de marcas como Cohiba, Montecristo o Romeo y Julieta. Su adicción al tabaco es tal, que apenas asumió decidió que no usaría la oficina del canciller en el piso 13 del edificio de la Cancillería, sino que se mudó al Palacio San Martín, justo enfrente, porque tiene ambientes más abiertos y aireados para poder fumar. Para cualquier reunión con el ministro, los funcionarios de la cartera tienen que cruzar la calle. Las versiones más conspirativas de la mudanza sugieren que Werthein sospechaba que había micrófonos en la oficina que ocupaba hasta hace poco tiempo Diana Mondino.
Werthein asumió con la misión de darle a la política exterior argentina la impronta del presidente Javier Milei. Alinearse con Estados Unidos e Israel e intentar ser contrario a cualquier planteo vinculado con temas progresistas como la agenda 2030 o la mirada woke del mundo.
Werthein viene de una familia judía tradicional con una importante trayectoria empresarial desde principios del siglo XX. En el 2017, dejó el llamado Grupo W para avanzar en soledad con algunos negocios. De aquella etapa solo conservó su participación en la aseguradora La Estrella en sociedad con Rodolfo D’Onofrio. Creó el fondo de inversión Calwaro que maneja su hijo. Y se asoció a Gabriel Hochbaum y Bettina Guardia de Bulgheroni en el Grupo de Medios El Observador de Uruguay que tiene filiales en España, Estados Unidos y Argentina. Además continúa como vicepresidente del Comité Olímpico Internacional.
Con sus primos terminó peleado, en especial con Darío Werthein. Con Adrián mantiene una relación cordial. Pero ninguno se ufana de ser el primo del canciller, prefieren mantenerse al margen. Creen que cualquier error del funcionario podría arrastrar el apellido familiar, que ya tuvo algunos golpes en los últimos años por supuestos incumplimientos financieros.
En Estados Unidos, Werthein siempre fue más afín a los demócratas que a los republicanos. Es un histórico aportante de la Fundación Clinton Global Initiative, que conduce el ex presidente norteamericano, a la que ha aportado más de 1 millón de dólares solo contando hasta el 2016, según se expuso en el Congreso de los Estados Unidos. Su vínculo con Clinton tiene por lo menos 15 años. En el 2009 lo trajo a Buenos Aires para dar una conferencia y lo llevó a cenar con Néstor y Cristina Kirchner a Olivos.
En el 2010 repitió la visita. Esa relación incluso avanzó hacia el plano personal, cuando Clinton lo invitó al casamiento de su hija Chelsea en el 2010. Por esta amistad -por la que ha desembolsado abultadas sumas de dinero a lo largo de los años-, Werthein mantiene un fuerte vínculo con los demócratas. También hizo alarde de ese vínculo frente a Javier Milei, a quien reunió con Clinton en Nueva York hace un año, cuando el libertario ya era presidente electo. Su relación con la política norteamericana fue un valor que se tuvo en cuenta cuando decidieron darle la embajada de Estados Unidos a Werthein, pero, luego del triunfo de Trump, las relaciones del empresario ya no tendrían demasiado peso frente a la futura administración, de corte republicana.
Pasado K
Allá por los lejanos 2009 y 2010, Werthein era uno de los empresarios preferidos de Néstor Kirchner. Elogiaba a Cristina Kirchner en el canal C5N, daba entrevistas en Radio 10 y todo se replicaba en Infobae. Los rumores de aquel tiempo eran que Werthein había comprado una parte del Grupo Hadad junto con Cristóbal López y Ernesto Gutiérrez, que representaba a Eduardo Eurnekian. Otra Argentina. Todavía vivía Néstor Kirchner, quien además tuvo una fuerte influencia en favor del Grupo Werthein para que se hicieran del control de la empresa Telecom Argentina.
Para el 2013 la amistad ya era con todo el Gobierno y Werthein se detacaba como uno de los empresarios preferidos del kirchnerismo. Participaba de los congresos de Responsabilidad Social Empresaria que organizaba la esposa de Julio De Vido y economistas como Nicolás Dujovne deslizaban que era un intermediario entre el kirchnerismo y algunos inversores.
Con la muerte de Kirchner, los Werthein perdieron terreno y sobre todo Gerardo, quien, como Sebastián Eskenazi -por nombrar otro ejemplo-, quedó en la lista de empresarios que hicieron buenos negocios durante los primeros años del kirchnerismo y luego no lograron sostener la relación con Cristina. Historias viejas.