Se cumplió un año de la asunción del presidente Javier Milei y pasado semanas ya desde el triunfo de Donald Trump. Es un dato ya reiterado que hubo y habrá cambios importantes en las formas y el fondo de la política, en la elección de los candidatos y en la forma de ejercer el poder.
Los días que están transcurriendo hasta la inauguración de esta segunda presidencia de Trump, el 20 de enero de 2025, nos van trayendo algunas sorpresas y mayores certidumbres que antes de la elección. El resultado final de una victoria de Trump y el Partido Republicano, frente a sus oponentes del Partido Demócrata, le otorgó un margen muy superior al de los exiguos números que las encuestas y cálculos previo le otorgaban. Una vez más, las encuestas y proyecciones electorales fueron erróneas. Parecería que este hecho se repite en las últimas elecciones en distintos países, incluida la Argentina.
Por otra parte el estilo comunicacional de Donald Trump, disruptivo, agresivo, desafiante y distinto a los anteriores, se generaliza en el resto de América, Europa y Asia. Los “buenos modales” y la corrección política no generan actualmente caudal de votos. Ese nuevo estilo agresivo y disruptivo, parece ser lo que el electorado premia.
No es posible enmarcar a los nuevos líderes que surgieron sorpresivamente en la última década, bajo los parámetros tradicionales de “derecha” e “izquierda. Los populistas pregonan ahora ideas de la antigua derecha y los inmovilistas son más parecidos a la vieja izquierda.
El centro quedó, como categoría política, despoblado, y la forma de hacer política que resulta exitosa es la brabucona y pendenciera, que no respeta límites y pretende imponer su verdad absoluta.
La política, el electorado y las redes sociales. Dentro de las mutaciones en la forma de hacer política la sorpresa es la influencia de las redes sociales en la toma de decisiones del elector. Las campañas y las técnicas de persuasión ya no se ven exclusivamente en la calle ni en los medios de comunicación tradicionales. Las redes influyen y mueven voluntades en una masa muy grande de electores, sobre todo los jóvenes. Donald Trump, tuvo claro este cambio en la forma del mensaje y los canales para hacer política en la elección de 2016 y lo ratificó en 2024. Javier Milei lo utilizó en 2023. Las redes y las acciones de comunicación tuvieron mucha influencia en los resultados finales que sorprendieron a los analistas políticos y predictores de resultados electorales.
Este cambio en las formas y canales de información por medio de los cuales el electorado toma la decisión de cómo y a quién votar, es un cambio cultural de relevancia. La democracia como forma de gobierno participativa que conocemos como la mejor y más eficiente para respetar derechos y voluntades, es la más utilizada en Occidente desde hace más de 200 años. Pero fue concebida y diseñada luego de guerras, invasiones y migraciones forzadas, cuando la humanidad contaba solo con medios de transporte primitivos, impulsados por la fuerza de la naturaleza, y las comunicaciones se realizaban exclusivamente de manera escrita y en soporte papel. Estas formas cambiaron, las herramientas de comunicación disponibles se han multiplicado y mutado estructuralmente y la sociedad ha experimentado un cambio disruptivo y una aceleración exponencial en la forma de informarse y decidir.
En este sentido, uno de los protagonistas de este cambio que mejor los percibió es Elon Musk. El 27 de octubre de 2022 compró la red social que en aquel momento se llamaba Twitter, y rebautizó X Corp., por US$ 44.000 millones. En el momento en que Musk realizó esta sonada operación, me sorprendí que un exitoso fabricante de autos eléctricos (Tesla), dueño de una empresa de inteligencia artificial (xAI), de una empresa que desarrolla chips cerebrales (Neurolink), de una empresa de infraestructura (The Boring Company), de una empresa de comunicaciones satelitales (Starlink) y de una empresa de exploración espacial privada (Space X), entre otras iniciativas, pagase esa suma de dinero para tener la capacidad de gestionar una red social. Pero lo que Musk estaba pensando era en el poder de dicha red, y de la capacidad que estaba adquiriendo de manejarla a su conveniencia.
La posibilidad de gestionar X y así apoyar al candidato a la Presidencia de los Estados Unidos Donald Trump, fue una de las causas del contundente triunfo no dimensionado adecuadamente. La política y su proselitismo se hacen en la actualidad en las redes y no solo en las calles ni en los medios tradicionales. Los analistas deben diseñar nuevas herramientas para poder evaluar cuantitativamente a los electores.
Por otra parte, cuando Trump fue excluido de la antes llamada Twitter y de Facebook, resolvió crear su propia red que llamó “Truth Social”, para “promover la libertad de expresión”. Así lo anunció en octubre de 2021 (tras ser suspendido de las otras redes a partir de enero de ese año) y lanzada oficialmente en febrero de 2022. Esta red también fue utilizada activamente en la última elección presidencial.
Estas herramientas, sumadas a las condiciones económicas, sociales y políticas existentes al momento de la elección, y al uso de una determinada cantidad de publicidad electoral tradicional, le dieron al candidato republicano una victoria contundente, muy por sobre las estimaciones de los pronósticos.
El político y el empresario. Trump y Musk tienen una cercanía personal y sintonía ideológica muy grande y no ocultas. Todo lo contrario, la exhiben ambos y la actúan ambos, como una realidad que fortalece el triunfo electoral y la difusión de las ideas comunes de ambos sobre economía, política y estrategia mundial. Musk se convirtió en el consultor de referencia de Trump y tendrá una posición especial en el nuevo gobierno, asesorándolo en temas estratégicos, la desburocratización del Estado y la apertura de barreras comerciales. Parece contradictorio que un presidente que ganó una elección, en parte pregonando el proteccionismo, tenga como asesor a alguien que postula la caída de barreras arancelarias y el no respecto a la propiedad intelectual (entiende que toda innovación debe ser de dominio público). Una segunda contradicción originará un potencial conflicto de intereses, cuando el encargado de la “desregulación” y de la “desburocratización” del Estado, es uno de los más importantes contratistas del gobierno de los Estados Unidos..
La investigación y el desarrollo de nuevos servicios (carreteras que atraviesen ciudades por el subsuelo para tránsito de alta velocidad, comunicaciones satelitales, exploración y población del espacio exterior, etc.) que hasta hace poco tiempo generaban bienes públicos, ya no resulta posible que continúen a cargo del Estado. La sociedad exige una menor presión fiscal y mejor gestión de los recursos públicos. A su vez, los gobernantes no están en posición de exponerse a fracasos en las investigaciones, que directamente impliquen para la opinión pública, una gestión ineficaz de los recursos de los contribuyen. Se consagra en los hechos y de una manera novedosa, el principio de subsidiariedad del Estado: éste no hace lo que sí pueden realizar los particulares. El Estado compra los resultados de la investigación y de la inversión privada.
Los particulares (en este caso, Musk) celebran contratos millonarios con el Estado e invierte a su riesgo sus recursos para entregar el resultado de su inversión. El Estado compra a los particulares, los bienes y servicios que antes creaba. Se trastoca la relación: quien tiene los recursos para invertir en investigación y desarrollo es el particular, y quien compra el resultado generado por esa inversión es el Estado. Y los particulares, con su buena gestión, harían que la generación de esos bienes públicos sea rentable económicamente.
La diferencia entre un modelo y gestión y el otro está en la originalidad, la innovación y la eficiencia de la gestión privada de los proyectos, muy distinta de la pública y despojada de los componentes de la política y la periodicidad de los cargos. La alternancia y la duración temporal en los cargos públicos, que es una de las características esenciales de la democracia, genera inevitablemente un horizonte temporal de miras y proyectos que es contraria a las visiones empresarias de largo plazo.
Esta inevitable estrechez de miras temporales es otra de las causas por las que, excepto en contados casos de cuestiones tomadas como políticas de estado por países estables, la investigación dura ha pasado del sector público al privado. Un hecho concreto en el cual se plasma prácticamente el principio de subsidiariedad.
En este caso se plantea una cuestión compartida con algunos analistas y desarrollada en las últimas semanas respecto a la incorporación de Musk al Gobierno: si quien debe pensar cómo desburocratizar el Estado es uno de los mayores contratistas del Gobierno de los Estados Unidos, ¿no existe una manifiesta incompatibilidad en su persona o al menos un conflicto de intereses casi irresoluble? ¿Tiene realmente el desregulador interés en reducir el Estado si en las contrataciones con él tiene una de sus principales fuentes de ingreso?
Conclusión. La democracia, forma de gobierno incuestionablemente igualitaria, que es la más justa creada por el hombre (bajo nuestros parámetros de comienzos del Siglo XXI) como se pensó y se vivió desde hace más de 200 años, ha cambiado en su forma de ejercicio. Los representantes electos por los ciudadanos no son conocidos directamente por ellos, sino que recibimos una imagen creada por los propios aparatos electorales y los medios de comunicación.
Este hecho, que es inevitable por la falta de inmediatez entre electores y candidatos en sociedades cada vez más grandes, hace que las intermediaciones entre unos y otros se vean inevitablemente condicionadas por los valores e intereses de los intermediarios.
Cuando se crean canales de comunicación no controlables o no medibles entre candidatos y electores, los resultados son mucho más imprevisibles que en el pasado, a la vez que mucho más influenciables que antes, cuando se utilizan las nuevas herramientas disponibles.
La forma de relacionarse, informarse y tomar decisiones cambió en la sociedad. Antes los contactos personales y las reuniones presenciales eran la forma de crear conciencia. Ahora la presencialidad giró a la virtualidad y el contacto en la web.
Sin embargo, el sistema de elección de los gobernantes en la democracia se mantuvo inalterable. En el mejor de los supuestos, en algunos países y elecciones, se permite el voto a distancia; pero no es generalizado. Esta restricción y condicionante, tiene como sustento la no declarada convicción que el ciudadano elector se sigue informando y tomando su decisión electoral en los decimonónicos mítines políticos, o en los clubes de sociedad, o leyendo algún panfleto repartido en una esquina de la ciudad.
Algunos de los candidatos ganadores advirtieron que la sociedad cambió. Pero otros no y quienes tienen la responsabilidad de cuidar de la democracia, parece que no tomaron conciencia de estos cambios, que deben ser tenidos en cuenta al momento de redefinir la reglamentación de las reglas de juego.
La democracia debe ser defendida y fortalecida, pero debe tenerse en cuenta que la realidad a legislar no es la del Siglo XIX, sino la del Siglo XXI. El Estado deja paulatinamente de hacer las cosas que hacía antes, porque se toma conciencia de sus limitaciones. Y los particulares son mejores desarrollando y ofreciendo bienes públicos que en el pasado.
Hay un desplazamiento de las fronteras entre la cosa pública y la gestión privada. Se pide y se comienza a lograr que el Estado se reduzca y deja que los particulares hagan cosas que antes hacía él. Pero al particular hay que controlarlo y prevenir eventuales conflictos de intereses.
Si lo que está en cuestión es el nuevo rol del Estado y la forma en la cual los ciudadanos tomamos conciencia y ejercemos nuestros derechos, es posible que sea necesario comenzar a repensar las formas instrumentales de la democracia. Personalmente auguro un futuro de mayor ejercicio de los derechos individuales con mayor libertad, apalancado este fenómeno en el retraimiento del Estado y en la proliferación, abaratamiento y consecuente popularización de nuevas tecnologías.
*Marcelo Loprete es abogado (UBA) y Doctor en Derecho Emrpesario (U. de Navarra, España).
por Marcelo Loprete