viernes, 31 enero, 2025

Clarín en Salta: cómo es el «centro de distribución» del bagayeo del que viven 6.000 familias

En San Ramón de la Nueva Orán, la central de transferencia recibe desde temprano a quienes llegan desde Aguas Blancas, localidad que limita con Bolivia por el río Bermejo. En este playón los bagayeros acopian la mercadería que ingresan de forma ilegal desde el país vecino. Una escena que se repite día tras día: vehículos de diferentes tamaños y colores entran, descargan sus bultos y comienzan a ordenarlos para poder enviar cada cosa a su destino final en micros que esperan estacionados.

María Elena recibe al equipo de Clarín. Tiene 54 años y desde los 17 se dedica al bagayeo. Casi 40 años de oficio la convirtieron en la principal referente de los bagayeros. Como ella misma dice, las vio todas: las luchas contra la Gendarmería, contra los “coqueros”, contra la política. Por eso remarca que ahora lo que más le importa es apaciguar, mediar. Y eso es lo que intenta desde su lugar como dirigente de los trabajadores de la frontera. Sus bagayeros.

“Cualquier cosa que pase, todos vienen y me preguntan a mí, yo les respondo todo. Tengo alguna reunión, también me llaman el concejal o el comandante. Cuando hay problemas me llaman ellos para ver cómo podemos solucionarlos. Siempre en diálogo para tratar de apaciguar todo, que quede todo normal, para que no haya problemas”, resume sobre su rol.

Elena dice que la decisión de alambrar los 200 metros de frontera en Aguas Blancas, desde la terminal de micros hasta la Aduana, es una medida que no cree que les afecte a los suyos. Lo que le molesta es otra cosa: es que se los ponga a todos “en la misma bolsa”.

“El coquero, el narco, todos tienen su manera de trabajar y nosotros tenemos la nuestra. Porque cuando los coqueros se mandan una o se la mandan los narcos, nos meten a todos nosotros en la misma bolsa. Y no es así, nosotros trabajamos bien y queremos ser revisados. Pero en cambio el narco y el coquero no. En definitiva, a nosotros no nos afecta y menos al narco y al coquero. El coquero va a correr por cualquier lado, el narco va a correr por cualquier lado”, comenta.

Los micros empiezan a cargar los productos que se apilan en un lateral del playón. Los bagayeros hacen su trabajo, pero eligen no hablar del tema que desde hace días los puso en el ojo de la tormenta. No quieren, y los pocos que lanzan un comentario lo hacen para dejar en claro que “los bagayeros están unidos” y que “la economía de Orán se sostiene por el bagayeo”.

Bagayeros en el playón de transferencia en Orán. Foto Maxi Failla / Enviado especial

“Acá se distribuye todo lo que hay. Y los productos electrónicos también, de acá se van a distintos lados. Pero por ahora el electrónico ya paró porque volvió a aumentar el dólar y se volvió a elevar el precio. Ahora lo que está bien, digamos, es la ropa”, explica Elena. Allí, del lado boliviano, los bagayeros en su mayoría compran con peso argentino y otros directamente en dólar.

Dice que el predio ya quedó chico porque hoy en día “hay más de 6.000 familias que viven del bagayeo”.

“Estos micros salen a Buenos Aires, a Córdoba, a Santiago, a todos lados. Es un trabajo heredado. Yo tengo gente que viene desde Tartagal, se queda un fin de semana y se van. Viene gente de Embarcación, de Colonia, de Pichanal, todos ellos vienen a trabajar para acá. Todos los que quedan sin trabajo, todos se quedan acá”, dice Elena.

Después de las fiestas era habitual que mermara el flujo de gente para comerciar con Bolivia, pero ahora “es imposible, porque es muy barato”. La referente señala el ejemplo más claro: ahora un micro llega y el mismo día carga y sale. Antes podían tardar tres o cuatro días para cargar y hacer la entrega. Un bagayero que es rápido, “canchero”, puede hacer dos o tres viajes en un mismo día.

“Vos vas a ver que los más chicos que empiezan aquí, empiezan con compras chicas. Esta es una fuente de trabajo que se armó. Es ilegal, pero es una fuente de trabajo grandísima. Que ninguna empresa tiene ahora. Yo no podría dejar el bagayeo, es mi vida”, se enorgullece la mujer.

Ella era una adolescente cuando se inició, en ese tiempo se trasladaba harina, grasa, todo para el otro lado, y se hacía buena diferencia: “Yo hacía un peso allá e iba juntando lo que ganaba. Invertí, compré mercadería para mí, empecé a traer y a revender. Y no paré más. Después trabajé en el ingenio, pero la temporada son 3 meses, y yo tenía que seguir trabajando”.

Un micro cargado de bultos. Foto Maxi Failla / Enviado especial

Mientras habla, unos chicos mueven unos bultos en lonas. En una negra, Elena dice que caben ocho docenas de zapatillas. Las cargas que acarrean en la espalda los bagayeros promedian los 60 kilos por lona.

Hace unos años, Elena tenía otra tarea, cerca de la finca Carina, esa que recibe gran proporción de bagayeros que se tiran en gomones desde el otro lado del río. “Estaba un poco antes de Carina. Estaba encargada de la finca El Negro. Ahí yo también hacía mi negocio, pasaba a la gente por ahí, con la mercadería. O sea, que por ahí, si Carina se afectaba yo podía hablar con el dueño de El Negro y abrir para pasar por ahí”, recuerda.

Pasadores trabajan en el puesto 28 de la ruta 50, en Salta. Foto Maxi Failla / Enviado especial

Para ella, hay un factor que determina buena parte del comercio y del éxito del día, y ese es el río; si hay crecida, o si está bajo: “A mí ya me tocó ver, cuando estaba encargada en la finca, cómo venía un bote con unos 20 pasajeros y les tocó una zona de palizadas (conjunto de ramas y troncos arrastrados por la corriente de un río). El bote se pinchó y salieron volando todos”.

Los primeros micros salen cargados a sus destinos. En la tarde seguirán llegando, cargando y partiendo. Elena señala los alrededores del playón, en donde se levantan algunas casas humildes que parecen en proceso.

Los bagayeros pueden cargar 60 kilos por lona. Foto Maxi Failla / Enviado especial

“Si Orán está como está es porque el bagayero lo ha levantado. Porque si no hubiese trabajo acá, ahora no sería tan grande. Antes, esto de acá alrededor, era de madera o de caña, eran rancheríos. Ahora mirá, porque el bagayero trabaja bien, no tan bien, pero gana. Un bagayero puede tener un hijo abogado, puede darle algo digno a su hijo para comer. Y de a poquito van haciendo sus casas. Me siento orgullosa, porque veo que mi gente progresa”, remarca.

Cuenta que en la frontera también está el narco que busca al bagayero para ofrecerle una comisión para el transporte de la droga. Pero que los bagayeros mayoritariamente rechazan las propuestas porque “es muy poco lo que pagan por el trabajo, y ellos ganan mucho más”. No faltan, tampoco, los “perejiles” que caen por algún engaño y transportan la droga sin saberlo.

Después del último enfrentamiento que se vivió en el Puesto 28, en diciembre de 2024, en donde hubo un muerto en un cruce con Gendarmería, Elena dice que busca sostener la paz y calmar las aguas entre unos y otros. Según relata, el muerto era un bagayero que ese día trasladaba hojas de coca. Eso, para ella, hizo que todos los bagayeros terminaran apuntados por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, en el ojo de la tormenta.

Bagayeros en Orán. Foto Maxi Failla / Enviado especial

“Ellos dicen que nosotros, los bagayeros, somos narcos. ¿Vos no ves gendarmes que caen? Hay algunos que son políticos. Nosotros no los queremos meter a todos en la misma bolsa, como ellos quieren hacer con nosotros. Los bagayeros somos una cosa, los narcos son otra, y los políticos son otra”, concluye.

AS

Más Noticias

Noticias
Relacionadas