domingo, 23 febrero, 2025

Periodistas al servicio del poder

La entrevista estaba por finalizar y el periodista entendió que era el momento indicado para hacer lo que había preparado con tanta anticipación. Millones de espectadores estaban pegados a la televisión y la atención del país entero se había concentrado tan solo en esos dos hombres que, sentados frente a frente, captaban todo el interés de la opinión pública: nadie quería perder un instante de lo que podría generar ese diálogo.

Entonces, el periodista miró fijo al aclamado político y sin quitarle la vista de los ojos, lo increpó: “Creo que la gente necesita oír su disculpa. Y creo que si usted no lo hace, será algo que lo estará persiguiendo por el resto de su vida”.

Abatido, el líder que hasta ese instante parecía todopoderoso, bajó la cabeza, desvió la mirada y, avergonzado, respondió: “Decepcioné a mis amigos, decepcioné al país. Desilusioné a nuestro gobierno y a los sueños de todos esos jóvenes que querían acompañarnos, porque pensaban que nuestro país había tenido demasiada corrupción y querían cambiar las cosas. Tengo que llevar esa carga por el resto de mi vida. Mi carrera política está acabada”.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

No, no se trata de una distopía de la entrevista que esta semana protagonizaron Javier Milei y Jonatan Viale. La referencia alude al histórico diálogo que mantuvieron Richard Nixon y David Frost a fines de los setenta. El ex presidente estadounidense y el cronista británico recrearon en esa escena, el ápice de lo que una entrevista periodística debe lograr: la tensión que siempre debe existir entre el que pregunta y el que responde.

Frost había conversado con Nixon por casi 30 horas y el reportaje fue visto vista por casi 45 millones de personas. El material se convirtió luego en un guión para teatro y después en la película El desafío. Frost contra Nixon, nominada a varios premios Oscar. Y fue también el momento en el que Nixon reconoció, por primera y única vez, los errores que cometió en el Watergate.

Es interesante reparar en Frost contra Nixon en la misma semana en la que otra (fallida) entrevista presidencial mantuvo en vilo a la Argentina. Porque fueron varias las voces que se pronunciaron críticamente sobre Viale contra Milei, luego de la filtración del crudo del material que se difundió en TN, donde se observa cómo Santiago Caputo interrumpe el diálogo, cómo le hace una aclaración al Presidente al oído, y –lo que aún es más grave–, cómo Milei le ordena a Viale qué pregunta realizar.

El punto más álgido del debate en torno al ejercicio de la (mala) práctica periodística, y la deontología de una profesión que pierde su razón de ser cuando se disipa en la connivencia con el poder político, fue el que sostuvo Miguel Ángel Picheto, que acusó a Viale de ser un “periodista al servicio del poder”. Ocurre que en el material que no se iba a difundir, se observa claramente cómo Viale no ofrece ninguna resistencia a la intervención de Caputo, y también se puede ver cómo acepta mansamente la pregunta que Milei le propone.

Más tarde, el propio Viale reconoció que cometió un error. “Me equivoqué”, concedió el conductor de TN. Pero justificó su desliz porque, aclaró, quiere que a este gobierno le vaya bien y porque opina que es “la última oportunidad que tiene Argentina para salir adelante”. Presidentes y periodistas, compartiendo un mismo viaje pero con destino inverso: de Frost contra Nixon a Viale con Milei.

Fueron muchas cosas las que se dijeron desde entonces, pero hay algunas aristas que todavía no han sido ensayadas. Porque Milei ha concedido muchas entrevistas desde que asumió su mandato, pero la mayoría fueron realizadas en la Casa Rosada y la filmación y posterior edición del material fue siempre producido por el equipo de Comunicación del Presidente. Para que quede claro: los habituales periodistas que entrevistan a Milei en la sede del poder argentino no llevan sus propias cámaras, y tampoco seleccionan el material que luego difundirán sus señales de noticias. Sino que reciben las imágenes de una entrevista que fue previamente aprobada por el triángulo de hierro libertario: Milei, la Hermanísima Karina y el Mago del Kremlin Caputo.

En ese contexto, ahora vale la pena abrir una serie de interrogantes que hasta el momento no fueron aclarados. ¿Es la primera vez que Viale, o cualquier otro periodista, es interrumpido en una entrevista realizada en la Casa Rosada? ¿Es la primera vez que Santiago Caputo, o cualquier otro funcionario, obliga a retomar el diálogo cuando la respuesta del Presidente no es la esperada? ¿Es la primera vez que Milei ofrece una segunda respuesta, a pesar de haber hecho una declaración previa? ¿El Presidente puede corregir lo que dice si no le gusta lo que dijo? Y, lo que es más importante: ¿es la primera vez que un periodista recibe la “sugerencia” sobre qué debe (y qué no debe) preguntarle al Presidente?

Una entrevista previamente aprobada por el triángulo de hierro libertario.

Miembro del movimiento de resistencia italiano durante la Segunda Guerra Mundial, la italiana Oriana Fallaci mantuvo luego de su lucha contra el fascismo, una extensa y brillante carrera en el periodismo. Además de ser una gran cronista de guerra, Fallaci se hizo célebre por sus reportajes con los más importantes líderes mundiales del siglo veinte. Por caso, su libro Entrevista con la historia, que reúne sus más interesantes reportajes, se ha convertido en un ejemplo del arte de preguntar, ya que gracias a su gran formación intelectual, pero sobre todo, a través de su inteligente y atento grado de escucha, Fallacci lograba obtener de los entrevistados declaraciones muy valiosas.

Durante su carrera, Fallaci entrevistó a figuras de la talla de Fidel Castro, Indira Gandhi, Deng Xiaoping, Lech Walesa, Muammar Gaddafi, Golda Meir, Yasser Arafat, Willy Brandt, el sha Reza Pahlavi y Henry Kissinger, entre otros. La entrevista con Kissinger, que previa al libro de Fallaci había sido publicada en The New Republic, fue según el propio entrevistado, “la conversación más desastrosa que he tenido con cualquier integrante de la prensa”. En ese reportaje Kissinger declaró: “Soy el vaquero que lidera la caravana, cabalgando solo en mi caballo”.

Para Fallaci, el periodismo es la única profesión que permite interpelar, en vivo y en directo, a los hombres y mujeres que detentan el poder. Y eso, según Fallaci, le otorga a los periodistas un honor, pero también un desafío. “Amo al periodismo por eso. Temo al periodismo por eso. ¿Qué otro oficio permite vivir a uno la historia en el mismo devenir y también ser su testimonio directo? –sostuvo la genial cronista italiana en el prólogo de Entrevista con la historia–. El periodismo es un privilegio extraordinario y terrible. No es raro, si se es consciente, debatirse en mil complejos de ineptitud. No es raro, ante un encuentro importante, que sienta como una angustia, el miedo de no tener bastantes ojos, bastantes oídos y bastante cerebro para ver, oír y comprender”.

El miedo, en definitiva, que debe tener un verdadero periodista de no tener suficientes ojos, oídos y cerebro para poder preguntar lo que es necesario preguntar.

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