La sesión del Senado del jueves pasado expuso como nunca el grado de provincialización (o feudalización) al que se ha reducido la política nacional. La mayoría de los gobernadores impusieron la lógica de preservar su poder, aún más que la defensa de los intereses provinciales. Argumento este con el que justificaron votos y hasta insólitas actitudes de los senadores que les responden.
La cuota vital de oxígeno que Javier Milei recibió en el momento más complicado desde que asumió, al fracasar la constitución de una comisión investigadora del criptoescándalo y sancionarse la suspensión de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) no fue, en casi ningún caso, el fruto de un compromiso principal con la estabilidad institucional, la gobernabilidad o la preservación de la investidura presidencial.
Se trató de una convergencia de conveniencias que cada uno de los actores supo explotar en beneficio propio. Milei y el hoy desafinado triángulo del poder comprobaron que tienen poco que temer del Congreso y, más precisamente, del Senado respecto del escándalo en el que están involucrados.
Para ellos son mucho más amenazantes e incómodas las investigaciones abiertas en los Estados Unidos y las revelaciones que vienen haciendo el periodismo independiente y algunos expertos en criptomonedas con fuerte predicamento las redes sociales (cuna y hábitat fértil del mileísmo). Y no han encontrado antídoto para ello. Las repercusiones y consecuencias prometen continuar y profundizarse en los próximos días.
En este contexto, la defección del jefe del bloque de senadores de la UCR, Eduardo Vischi, que votó en contra de la comisión investigadora después de haber puesto su firma impulsándola, es un caso paradigmático de la dinámica que domina la política nacional. Lo del legislador correntino fue mucho más que una patética muestra (no gratis) de la devaluación de la palabra de un dirigente político, que se volvió aún más gaseosa que la fraudulenta $Libra.
La votación sobre el criptogate y la de la suspensión de las PASO graficó, en vivo y en directo, el estado de desintegración que padecen las fuerzas tradicionales y la inexistencia de un proyecto nacional en su seno. O, peor aún, de la falta mayoritaria de propósito o capacidad para tenerlo.
El affaire del debate y votación sobre la comisión investigadora expuso la extrema preocupación del Gobierno por la cámara de reverberación que esta implicaba, que se tradujo en presiones extremas ejercidas desde la Casa Rosada sobre senadores y mandatarios provinciales no oficialistas. Pero, principalmente, dejó en evidencia la vulnerabilidad y la disposición de estos frente a la administración nacional, fruto de la mirada excluyente que tienen puesta los gobernadores y sus representantes en el Congreso sobre su territorio, su administración y su electorado.
Por eso, cabe poner la lupa en la suspensión de las PASO, cuyo principal objetivo no fue aliviar de gastos al Estado ni evitarle una extenuante sucesión de comicios a los ciudadanos, como se ha dicho para justificar la decisión. El verdadero objetivo era preservar el poder de la lapicera de quienes controlan estructuras estatales o partidarias y complicarles el eventual afán de competir a desafiantes internos, como admiten en privado casi todos.
Nada muy diferente puede decirse de la disputa pública que acaba de dispararse, finalmente, en el seno del kirchnerismo, que por ahora no deja de ser una confrontación bonaerense. El voto en contra de la suspensión de las PASO que emitió sin fisuras el cristicamporismo no fue más que una calculada representación, a sabiendas de que sería sancionada.
Para Cristina Kirchner sería una herejía facilitarles la tarea a quienes desde adentro pretenden disputarle poder a ella o a su escudo protector llamado La Cámpora. No se le puede imputar falta de coherencia a la dos veces expresidenta y también exvicepresidenta (título que prefiere obviar).
Aunque las PASO fueron una creación del kirchnerismo, ella jamás habilitó una competencia interna y cuando, en 2017, Florencio Randazzo la desafió a tenerla prefirió armar un espacio propio y entregarle la llave del Partido Justicialista, el mismo que ahora preside. Una lección magistral sobre contradicciones principales y secundarias.
Así, la renovación del peronismo nacional todavía es una quimera, que la suspensión de las primarias ayudó a demorar.
Por esta vez, el cristicamporismo y los gobernadores peronistas del interior profundo coincidieron, aunque hace bastante tiempo que sus cosmovisiones, intereses y proyectos a futuro divergen en demasiados puntos. La suspensión de las PASO es un canto al statu quo, que entonan a coro los que conservan algún poder, da igual que este sea estatal y partidario o solo de facción.
El caso del criptogate, en tanto, vino a mejorar el poder de negociación (o el precio) de los gobernadores dialoguistas.
El senador radical Pablo Blanco, que fue uno de los más enfáticos impulsores de la comisión investigadora, justificó o se resignó al desaire al que lo sometió su propio jefe de bancada otra vez (ya lo había hecho con el dictamen del pliego del archicuestioado Ariel Lijo) con la lógica de una realpolitik que deja demasiados puntos oscuros para la ciudadanía.
“Los senadores representamos a las provincias y a Vischi le pidió su gobernador [el correntino Gustavo Valdés) que votara en contra de la conformación”, afirmó el viernes pasado en LN+ sin dar más detalles sobre las razones del pedido (u orden) que recibió el legislador. Sin embargo, sí admitió que el gobierno nacional ha incumplido o cumplido solo parcialmente varias de las promesas que le ha hecho a los gobernadores en cuanto a recursos y obras.
No son detalles menores ni fuera de contexto que este año Corrientes tenga elecciones a gobernador, que a Valdés le está vedada la posibilidad de presentarse a la reelección por lo que debe buscar un sucesor y que la gestión Milei ha venido construyendo un vínculo muy aceitado con un potencial rival del oficialismo provincial.
Se tata del senador de origen peronista Carlos “Camau” Espínola, que aspira a llegar a la gobernación en una provincia donde los libertarios carecen de representantes de peso. El campeón de la navegación a vela, que compartía bancada con el entrerriano Edgardo Kueider, ahora preso en Paraguay, busca sacar provecho de esa relación, pero no le resultará tan fácil. No es el único correntino experto en vientos (de época).
Además de las urgencias de caja o de obras de las gobernaciones, también en la votación del senado pesaron otras realidades provinciales, como la adhesión que suscita Javier Milei o la aversión que sigue provocando el kirchnerismo, aún en su ocaso, pero al que no solo los libertarios se empeñan en sostenerle su potencial amenazante, para su propio beneficio.
En ese contexto se inscribe el cordobesismo peronista, que sigue teniendo como referencia nacional al exgobernador Juan Schiaretti, cuya esposa votó en contra de la conformación de la comisión investigadora del criptogate.
“El peronismo de Córdoba, en general, ha rechazado instancias de investigación política sobre posibles delitos. Pero, también, entran en juego consideraciones políticas: como darle ese caramelo al kirchnerismo, que es rechazado mayoritariamente por los cordobeses. Milei tiene más del 60% de aprobación en la provincia y Cristina más del 70% de rechazo. Por lo tanto, quedar pegados a los kirchneristas y en contra de Milei puede ser un muy mal negocio. Sobre todo, en un año electoral”, admite un experto cordobesista muy escuchado por el actual gobernador y su predecesor. El mapa de país es demasiado grande y ajeno.
Todo hay que mirarlo en clave local, al menos en esta instancia ,y las elecciones de medio término suelen exacerbar el provincialismo y el municipalismo, mucho más cuando se desacoplan del calendario nacional, que es lo que sucederá al extremo este año.
Los mandatarios subnacionales prefieren concentrar energías y ser amigables con los gobiernos nacionales de turno para evitar embates o, en el mejor de los casos, recibir ayudas. En medio de la debacle de la política nacional por sus fracasos acumulados y la llegada al poder de un outsider, todo se ha exacerbado.
“Todavía para 2027 falta demasiado”, dicen casi al unísono hasta los gobernadores que se espantan cuando se imaginan un segundo gobierno libertario.
Por eso, justifican tanto la decisión de postergar cualquier intento de construcción de una oferta política nacional alternativa como la de ayudar a salir del sofoco a Milei, en su primer gran tropiezo. La máxima napoleónica de no interrumpir al adversario cuando se está equivocando cabe descartarla, por desconocimiento o por puro provincianismo. La defensa del feudo está por sobre todas las cosas.
En el caso de la disputa kirchnerista, que acaba de precipitar Axel Kicillof con la presentación de su espacio “Derecho al futuro”, también impera la misma lógica. Aunque la novedad tenga reverberación nacional, porque la desafiada es Cristina Kirchner. Ella es la principal destinataria de la idea fuerza del documento firmado por la mayoría de los intendentes peronistas (con la excepción de los camporistas), sindicalistas y referentes de movimientos sociales.
Nadie tiene dudas de que la demanda de “reconocer errores” está dirigida” a Cristina y a Máximo Kirchner y que no hay nada que le moleste más a “la jefa” que le demanden autocrítica y le imputen fracasos. La referencia nacional, sin embargo, solo busca instalar una forma resonante de diferenciarse y plantar alguna bandera para negociar. No para romper, dicen los que conocen los intersticios del kirchnerismo y del peronismo bonaerense.
La suspensión de las PASO nacionales aceleró los tiempos y acotó los márgenes para discutir poder con el cristicamporismo y, especialmente, la integración de las listas de la provincia y de los municipios bonaerenses. Kicillof y quienes lo acompañan se enfrentaban a la opción de someterse o romper e ir por afuera. Buscaron una diagonal y la lanzaron apenas se aprobó la suspensión de las primarias y de que Cristina Kirchner saliera hoy a emitir, lo que suponen, será un llamado a la unidad que pretendería obligarlos a la rendición.
La lista de dirigentes que adhieren a la línea interna kicillofista pretende ser una demostración de fuerza para que los tengan en cuenta a la hora de negociar o exponerse a romper La pregunta que muchos se hacen es qué pasará si Kicillof es careado por su “madre política”.
Los seguidores del gobernador que no integran su núcleo íntimo prefieren creer en que ya no puede retroceder sin perder su capital político para el futuro, aunque muchos son expertos en traiciones que han debido perdonar.
La instalación pública de la interna perokirchnerista en clave bonaerense es, mientras tanto, otra buena noticia para Milei en medio de su peor tropiezo. Por ahora, para bien o para mal, él es la gran figura de referencia nacional. Beneficios de la provincialización (o feudalización) de la política.
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