Doble desafío para la familia Milei. Política la porfía, un adelanto de otros comicios. La competencia por un certamen electoral Clase D, el próximo 18 de mayo, en la Capital Federal, por bancas de legisladores porteños antes conocidos como ediles o concejales. Decidió Javier hacer campaña por su vocero-candidato Manuel Adorni y, en particular, en defensa de la estrategia sectaria de su hermana Karina, quien armó una lista bajo la batuta de Darío Waserman, vicepresidente del Banco Nación y esposo de la diputada Pilar Ramírez, en cuyo departamento de Palermo se eligieron los postulantes. Sale a las calles el Presidente en auxilio familiar por haberse negado a transar con el PRO, distanciarse y enojarse con los Macri, Mauricio y Jorge, inclusive por apartar a otros referentes liberales como Ramiro Marra. Esa jugada discriminatoria, según las encuestas, no le otorgó ganancias por ahora; al contrario, elevó de categoría a una facción sui generis, encabezada por Leandro Santoro, quien en su licuadora mental ha mezclado a Leandro Alem con Juan Perón y, de acuerdo a los sondeos, por ahora lidera la consideración popular. Por escaso margen, es cierto, en un triángulo al que se debe añadir a Silvia Lospennato como favorita de los primos Macri. Horacio Rodríguez Larreta, quien va por su cuenta, dicen que no arranca, a pesar de que dispone del mayor expertise en la Capital Federal.
Incurre Javier Milei en una apuesta riesgosa, empeña su cuerpo para desprender a La Libertad Avanza de ese núcleo triangular contra el que hoy compite por el generoso Presupuesto porteño. No solo salva a Adorni, por ahora desteñido como aspirante, tambien a la pureza excluyente de su hermana para impedir la existencia de residuos tóxicos –así llamados por ellos– dentro del partido. Además, se protege a sí mismo: debe rescatar voluntades, por el momento dudosas, que justo empezaron a descreer del costo de ciertos resultados económicos: gente a la que sacude el 3,7% del último mes y de repetición de un número semejante en el venidero. Es la inflación Milei, es la que ahora cuenta, no se habla de los 300 mil o 7 mil por cientos a los que hubiera llegado con la pasada administración de los Fernández. Así como el mandatario parece haber recuperado confianza en los mercados luego de cuatro meses siniestros, gracias al FMI y a la salida del cepo, ese propósito estabilizador y optimista debe trasladarse a la microeconomía: ganar la buena voluntad del singular y veleidoso electorado porteño. No será fácil antes del 18 de mayo.
La llamada fase dos del plan económico, las correcciones a una política cambiaria que el propio ministro Luis Caputo consideró “insostenible”–como si él no fuera el mito de Hércules que sostenía las columnas– y a la plata que llegó al Banco Central, anticiparon en la cabeza del Presidente y sus adláteres una vuelta de tuerca que tendrá favorables derivaciones económicas y políticas dentro de tres meses, antes de las elecciones clave de octubre. Como le sonrió a Raúl Alfonsín el Plan Austral de Juan Sourrouille & Cía, o la Convertibilidad de Domingo Cavallo a Carlos Menem. De ahí el apremiante atrevimiento a urgir al FMI la concesión del crédito, tocar el timbre en la casa de Donald Trump y vociferar como Mauricio sobre el tubo del arroyo Maldonado: no se devalúa más. Debió adelantarse este servicio mecánico para reconfigurar el tipo de cambio, quedaron en el revulsivo de la semana pasada algunas lagunas a resolver: de salarios a jubilados, de exportadores a la actividad económica. Las columnas ahora pesan sobre Milei frente los comicios porteños, la hermana sola no puede y, Adorni, mucho menos.
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Para los hermanos, por ahora no hay derrotas posibles, ni existen: sin nada llegaron a la Casa Rosada. A partir del 18, todos los votos que ingresen en la caja son propios. Necesitan un caudal que difícilmente genere cambios en el elusivo Congreso de la Nación, pero al menos les permitirá cierta consistencia gubernamental. Curioso lo del 18: es una elección municipal que ni a los porteños le interesó jamás, sin embargo, se ha convertido en una señal de futuros comportamientos nacionales. Así parece entenderlo Milei en su eventual recorrida por calles y los cien barrios porteños, lo entendió al mismo tiempo en que empezó a reclamar por asistencia para detener corridas obvias sobre el dólar. Ayudó Trump, amigos de universidad del equipo económico sembrados en el FMI y en el gobierno de EE.UU., inclusive se logró una inaudita visita de 16 horas del secretario del Tesoro, Scott Bessent, por la que pagaría cualquier gobierno del mundo. Extraña esa consideración especial con la Argentina en momentos difíciles de la Administración que integra, sea por la vorágine que el presidente republicano le generó al mundo con la guerra comercial de los aranceles o las diversas amenazas que ha desplegado en el mundo, incluyendo hasta una bomba nuclear de limitada expansión en un territorio hostil. Mientras, Bessent es responsable en su tierra de una eventual recesión e inflación en su país, y se distrae viniendo a la Argentina a conferenciar con Milei, también con Caputo y a escuchar durante dos horas, en un almuerzo con empresarios tan improvisado, que uno de ellos se tuvo que comprar un traje y zapatos para la ocasión. Rarísimo su traslado, lo que podría realizar vía telefónica, pantalla o convocando a Milei o a Caputo que estaban con las maletas hechas.
Era conocido que el visitante le reclamaría a Milei mayor alejamiento de China –o, por lo menos, no renovar vínculos–, que los Estados Unidos serían un prestamista de última instancia por si la Argentina entrara en una crisis y otras minucias consecuentes. A menos que haya un secreto desconocido por la reunión. Ni para los argentinos existe una razón sustancial para la visita, ya que el préstamo del FMI había sido concedido unos días antes. Obra de los Reidel o los Dazza ese viaje, la necesidad de conservar como aliado sin fantasmas a Milei o a la gestión del influyente asesor Santiago Caputo, vía la Cepac, esa multilateral moderna de la derecha que está al servicio de los hermanos que la integran. O son cercanos. Como el funcionario norteamericano y el argentino. Habrá que convenir que la historia del país de los argentinos debe agradecer su existencia a este tipo de logias, aunque no se sabe si éste es uno de los casos.